sábado, 27 de febrero de 2016

J L CANTOR

                                        
 Dicen que José Liendre nunca llegó a ser piojo. Liendre se lo ponen al verlo prendido a las ramas de los árboles como las liendres al cabello. Se llamaba José a secas.
Comentan que tuvo oportunidades. Pero era nómada y no quiso amarrar. Artista responsable el hombre, llevaba su guitarra a cuestas por las plazas de la ciudad. En invierno se refugia en las estaciones de tren, donde se arremolinaban los viajeros y hasta billetes le tiran en la gorra.
Cuando dejó embarazada a la Mary, le alquiló una habitación y todos los meses se ponía puntual. El crío fue a la escuela. La Mary no trabajó, estudió para enfermera y se recibió. Dicen que después ella lo ayudaba a él, porque lo quería.
Claro que José pudo haber ido a la televisión, si tenía ángel. Pero en lugares cerrados no escuchaba el sonido. Era músico de la intemperie. Tirado en el césped creaba sus canciones, con la voz del silencio. Enrejaron los parques y debió acomodarse en minúsculas plazoletas asfaltadas. Las rejas le enferman su corazón de  pájaro. Entonces  trepó a las ramas de los árboles, José.  Y en las noches serenas se lo escucha: “Busco el sonar del silencio/ el que no suena en cualquier lugar/ al aire galopan motores/ gotea rocío en los charcos.”

                                                            

                                                 ecunhi agosto 2015

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