Dicen
que José Liendre nunca llegó a ser piojo. Liendre se lo ponen al verlo prendido
a las ramas de los árboles como las liendres al cabello. Se llamaba José a
secas.
Comentan
que tuvo oportunidades. Pero era nómada y no quiso amarrar. Artista responsable
el hombre, llevaba su guitarra a cuestas por las plazas de la ciudad. En
invierno se refugia en las estaciones de tren, donde se arremolinaban los
viajeros y hasta billetes le tiran en la gorra.
Cuando
dejó embarazada a la Mary ,
le alquiló una habitación y todos los meses se ponía puntual. El crío fue a la
escuela. La Mary
no trabajó, estudió para enfermera y se recibió. Dicen que después ella lo
ayudaba a él, porque lo quería.
Claro
que José pudo haber ido a la televisión, si tenía ángel. Pero en lugares
cerrados no escuchaba el sonido. Era músico de la intemperie. Tirado en el
césped creaba sus canciones, con la voz del silencio. Enrejaron los parques y
debió acomodarse en minúsculas plazoletas asfaltadas. Las rejas le enferman su
corazón de pájaro. Entonces trepó a las ramas de los árboles, José. Y en las noches serenas se lo escucha: “Busco
el sonar del silencio/ el que no suena en cualquier lugar/ al aire galopan
motores/ gotea rocío en los charcos.”
ecunhi agosto 2015
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