Hace
tres meses mi mujer me hizo escribir en la agenda y resaltar en la fecha de hoy
con recuadro y mayúscula: Presentación del Instituto de Danza, 17.30hs. Baila La Nena.
¡Maldita
la gracia que me hace! Debo apoyar a la nena, dice la psicóloga.
Doscientos
mangos el estacionamiento. Sonrisa y saludo. A ponerme con el CD, la película,
el programa y toda la merchandise del carajo.
Mi
mujer, la del vestido color berenjena, el que le compré en Turquía, vino
temprano para maquillar a la nena. Besa a todo el mundo, eufórica. No sé para
qué se ilusiona, los médicos dicen que no hay vuelta atrás y encima cobran por
decirlo.
Demasiado
cerca la fila que nos vendieron. ¿A quién saluda ahora? Yo no apago el celular,
ni loco me desconecto. Empieza. Muy fuerte la música.
¿Qué
hago acá? Nada de esto me interesa. Le pedí a la policía que no disparara al
entrar.
Y
dale mi mujer, a los codazos para que no me duerma. Ahí está la nena, la
tercera de la izquierda, baila como si tuviera cinco años, es la que se
tropieza.
La
policía no disparó y los secuestradores se fueron con la guita del rescate.
Baila
la nena, a los tropezones pero baila,
qué otra cosa va a hacer. Baila porque yo garpo. Hubiera sido mejor que
dispararan.
septiembre 2015 bn
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