el pintor
en el banco de la plaza
levantaba la vista hacia los
árboles,
se pierde entre las ramas,
retornaría al hilo de su idea
tal vez hacia la tierra
nervadura.
Después dibujará firuletes en
el aire,
cuando su lápiz, su voz sobre
el aliento,
medía a la distancia formas y
volúmenes.
Quedarán transeúntes en
demora,
mirones sobre trazo latente,
que recién inaugura y
escapaba.
La línea expande y contrae
tuerce y retorcerá,
retomaría algún andarivel,
cantaba en discordia,
debatirá el lance,
elige entre la fuente y el
estorbo,
revoltosa pirueta de la
esencia, carcajea.
Vislumbraban imágenes los
presentes,
círculo en ancas de
triángulo,
registran la esquina en falsa
escuadra
y en las astillas del espejo
inconcreto
subirán la mente por agujas.
Se desprendían sin soltarse,
singulares.
Pintará el pintor ese dibujo.
Sospecharon los paseantes del
gris tenue,
aparecía el rosa viejo,
sin voz requerirán violeta,
una neurona apartará
celeste-azul y cielo,
bajo llave encerraban magenta
con turquesa,
quemarán ansiedad y toxinas
en luz de sol,
deliraba esa voluta
borrascosa.
Atardecerá transparencia del
reflejo,
acariciaba, acariciaba, el
pincel lacio
la visión superpuesta de la
vida.
Y afuera del margen, al
abismo,
el borde menguante de la
luna.
Alguien nombrará una
estrella,
salía a brillar la verdadera
sobre los árboles de la
plaza.
alicia rajlin
Buenos
Aires enero 2014