jueves, 17 de enero de 2013

TURISTAS


                   I            
Un coatí escaso viaja en zigzag
sobre la rueda del huracán,
pasa el sonido
con ocho hormigas
y dos mosquitos.
Barren las alas, escalofrío,
raspa la escoba,
pincha la aguja.
En la parada,
bombo y tambor, hay terremoto.
Antes del brindis, pulso cordial,
masaje tierno, algo después.
Baile y caricias, toda la noche.
Van divertidos la sal y el ají
sienten la lluvia,
pican el código,
¡tocáme ahhh!
que se derriten.

 II
Clavo y oreja
suaaave
se enroscan,
sobre la goma que se desinfla.
Sos una línea de mis pulmones,
sos mi rodilla rombo y estaca.
Ya golpetea la muy redonda
y se detiene la pincelada de aquel paisaje.
Ya los viajeros, puro relax
bajo el calor, llegan mareados,
sufren soponcio, sed y resfrío,
piensan el humo.

                            Alicia Rajlin Ecunhi Octubre 2012

MICROCUENTOS


RESONANCIA
La grotesca figura de sus pesadillas le apoya el revolver en la sien. 



LA NOTICIA
El periodista amanece contra un cielo absoluto y encuentra titulo para su nota: “Un caballo charla con dos ladrones sobre próximo atraco a horrorosas fábricas de la ciudad.”



COLORIDO Y NEGRO RECTANGULO
Seducción carioca entre la mariposa de vuelo circular y el murciélago colgado de un rombo.


                                            Ecunhi Octubre 2012

RUIDOS DE UNA NOCHE DE VERANO

Por el entrechocar de botellazos
y ante la verdad de un mal sueño,
a las dos de la mañana,
María Recatada se resguarda en la terraza,
a la luz de un televisor
que algún vecino olvidó encendido, lee:
decirte sin excusas
la luna está tan cerca
y navega distraída
como si estuviéramos en Venecia,
se enfría tu comida preferida,
escapamos de la ley,
los conos de luz,
grillos, chicharras y petardos
contaminan la acústica.

Corta se arropa la noche, atropellada,
acolcha murmullos, aceite que se refrita, tacones,
miden y controlan los inspectores,
echan la bronca astrónomos domésticos
disfrutan el cielo en horario de estrellas
y alzan las cejas al escuchar un nuevo ruido,
el agua gotea en la canilla de la cocina.

Se interpone la pesadilla al sueño
llena de miedo la vida,
arranca un motor, contacto sin filtro,
de pocos recursos la vestimenta ahoga,
disuelve y sanciona la magia,
papeles y nombres falsos,
románticos, dormitan apacibles en la barca
a la orilla del río
sorpresa de lombrices.

Luces en la carretera dibujan el alma de la noche,
Benito el loco pasa montado en su asno, ruega,
no resiste su locura el sonar de las campanas de la iglesia
y el misterio de andar con huellas aplastadas
de cuerpos sin latido,
con caca de perro que se esquiva
o se lleva en la suela del zapato.

El no contesta el teléfono
tampoco ella lo contesta.
Fantasmas de zancudos se pudren al calor
en balcones, plazas y desiertos.

María Recatada pulsa el cuerpo
de Benito el loco y el asno,
la quijada y su mirada muerta.
Las bolitas ruedan en el techo
le decían ruido de las cañerías,
en el piso de madera
la mano negra y las cerezas crecen.

Horror al grito de los otros,
tragos, ingredientes y eventos con adecuado sonido de fondo,
distancian del mundo.
Encontraron el cadáver del muerto,
lo telecomunicaron por la radio del auto
y brindan a hurtadillas un loco menos.

Arde un rayo, el trueno transcurre
todo el camino que corre María Recatada a su casa,
cierra la puerta, no respira tranquila,
la ventana entornada, la cortina, la brisa,
fuente de toda maldad.

Mientras se bañaba intentaron entrar
vió moverse el picaporte y el chirrido.

Con miedo sale de la ducha, se resguarda  en la terraza,
ya suena la noche desarticulada,
caen al entendimiento las cosas cuando amanece,
el cráneo del asno,
la calavera de Benito el loco,
y el cuerpo de María Recatada
al trasluz en la terraza,
ahorcados, dicen, por mano propia.

                                          Buenos Aires, enero 2013