sábado, 16 de junio de 2012

YA VISTO

                                                          En el fondo de un estante del ropero de mi abuela, en una caja de cartón desteñido, encontré dentro de un sobre el 9 de corazones escrito 3 veces Jorge en forma de espiral.
Le pregunto a la abuela y dice que esas no eran épocas de avalanchas pero que hubo un alud fuera de tiempo para “cerrar el círculo” ¿Qué círculo? “El de la vida”, porque “nadie es tan simple como las bicicletas” y asegura que “somos hebras de un tejido”, después habla de “un viaje a lo largo de una huella en espiral”, agrega “el viaje cambia porque podemos elegir nuestra aventura” y termina con la promesa de que ella me “va a avisar cuando llegue el momento”.
La abuela vive en la cordillera, una sola vez bajó a la ciudad pero no quiso volver porque “el cemento está lleno de malos recuerdos”. Ella me enseñó a no tenerle miedo al viento. Durante las ventiscas canturrea “el viento une lo que el sosiego desapega”. Nació en el bosque camino al hospital. Su madre se desmaya después de parir y a la abuela, que llaman Abedula porque el bosque era de abedules, una cabra con cachorros le da de mamar.
Dentro de la caja desteñida hay también una foto en sepia de un hombre forzudo sacando músculos con malla enteriza. Y una dedicatoria: ‘Para Abedula con todo el amor de Osorio’.
Cuentan, los de la zona, que hace como medio siglo desapareció un circo bajo un alud y que se salvaron el mago y el levantador de pesas.
Averigüé que el Joven Mago Jorge, como se llamaba en el show, es un morocho de inquietos ojos verdes que deambula lastimado con un mazo de cartas en el bolsillo, hasta que encuentra el caserío en la cordillera. Simpático y mujeriego, se recupera de los machucones y anda  haciendo aparecer y desaparecer naipes entre las polleras y los rulos de las chicas.
Al tiempo pasa otro circo, Jorge lo sigue y deja atrás unas cuantas jóvenes embarazadas, entre ellas a mi abuela.
A Osorio, el levantador de pesas, hombre maduro,  el accidente le hace perder la memoria por un golpe en la cabeza. Se refugia en el bosque de abedules, se alimenta de yuyos y raíces, hasta que lo encuentra mi abuela Abedula un atardecer, en que va a llorar sus penas por la partida de Jorge.
Con ungüentos y brebajes le ayuda a recuperar la memoria, el cabello pelirrojo, la mirada tranquila, el brillo de sus músculos, deseos y emociones. Con trabajo ritual para problemas amorosos se casa con mi abuela y le da su apellido a mi padre, hijo del Joven Mago Jorge y heredero de su atractivo.
                                                     Ecunhi febrero 2011

                                                                                        
                                                                                               

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