sábado, 16 de junio de 2012

IDA Y VUELTA

                                                            Pisa la  la mierda ¡carajo! se limpia la caca de perro en el pasto. Sube al colectivo y se sienta dispuesto a olvidar que va al dentista.
Lee la pantalla electrónica: “ Cayó un avión en el Atlántico”. “Otro caso de gripe A”.
Como para pasar el tiempo recuerda una novela policial. Sucedía alrededor del año 1348 en la Universidad Inglesa. Encontraron al Decano atrapado  entre las aspas de un molino de harina. Investigaban si cayó al río por descuido o lo empujaron.
“Recrudece la batalla entre carteles narcos”.
Había polvo blancuzco  en el fondo de la jarra de vino del Decano.
¡Cómo hiede la caca de los perros cuando se la pisa! Frota la suela de los zapatos contra el piso.
Cerca de Londres el hedor del río superaba al del incienso y en sus fangosas orillas los habitantes del lugar cazaban ratas para comérselas asadas.
“Cierran escuelas por la gripe A”.
La peste convertía poblaciones enteras en pueblos fantasmas.
Un fantasma recorre el país para recomponer el poder de los agroexportadores.
“Se recomienda no viajar al exterior”.
Los rumores decían que la enfermedad volaba sin alas en el viento y para dilucidar la situación se reunieron barberos y médicos,  resolvieron controlar las puertas de la ciudad.
“Si tiene mas de 38º y trastornos respiratorios acuda al médico, no se automedique”.
Los enfermos apenas si podían respirar y presentaban los brazos separados del cuerpo por la hinchazón en las axilas.
El chofer va chamuyándose a la mina de adelante y casi choca a ese imbécil que cruza hablando por celular.
¡Morían los jóvenes alumnos y los ancianos profesores seguían en buen estado!
“La amante Argentina del Gobernador de EEUU reconoce su romance”.
En la cocina de la Universidad una rata chilló y tembló, sangraba por la boca al morir. Los doctos elucubraron que hasta las ratas se contagiaban.
Hay embotellamiento en el semáforo, paciencia, por la ventana ve unos pibes dele joder con el cesto de basura de la esquina, se les cae, se desparrama y salen rajando.
Jugaban los chicos en una pila de desperdicios que había tirado la cocinera, cada tanto encontraban algo para comer y junto a ellos hozaban los cerdos.
“Los cerdos no mueren de gripe”. “Golpe militar en Honduras”.
¡La puta que los parió! Se baja aquí para el dentista.

Regresa apretando entre las encías en carne viva y los dientes una gasa ensangrentada.  Su miedo personal se diluyó con el olor a clavo.
No hay avisos electrónicos, ni siquiera escritos en tinta-limón.
Somos islas atemorizadas y a la deriva en un mar helado, astronautas olvidados en el espacio, fuimos personas.
Busca una salida del laberinto y sabe que tal vez se esté alejando como el dolor que despunta la anestesia.
El silencio es ruido funcional. Chirridos ajenos. Lo escucha con la piel. Siente escalofríos. No hay chicos. Los encerraron para que sobrevivieran.
Cuida que la sangre no chorree por la comisura de su boca anestesiada.
                                                                                                                            .
                                                                                     2010

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